Hace unos días hablaba con una compañera y una de mis mejores amigas de la facultad. Las dos salimos ilusionadas de la carrera, pensando que tendríamos un sueldo digno acorde a nuestra preparación y que el mundo de la publicidad nos acogería con los brazos abiertos. En mi caso, por cosas del destino, comencé ese mismo año que acabamos la carrera a prepararme las oposiciones y tras muchas horas de estudio, mucho esfuerzo y muchos malos ratos, acabé aprobando y siendo funcionaria un año más tarde. El resto de mis compañeras intentaron encontrar su camino en el mundo laboral. Algunas lo consiguieron y otras acabaron optando finalmente por preparar unas oposiciones.
Esta amiga de la que os hablo lleva varios años preparándose una oposición, acudiendo a academias e invirtiendo mucho esfuerzo, dinero y tiempo en compaginar el trabajo y su vida familiar con el estudio de la oposición.
Hablamos porque había tomado una decisión muy difícil pero muy meditada: no presentar la instancia para examinarse a las pruebas selectivas y dejar, por un tiempo, su etapa como opositora.
¡Pero, ¿Cómo haces eso?! Fue la primera pregunta que le lance casi en tono agresivo. No lo podía entender. ¡¿Estás loca o qué?! ¡No puedes tirar todo por la borda ahora!
Me salió del alma ese reproche, no podía entender como podía dejar de pelear por su sueño y tirar por la borda todo el esfuerzo que llevaba años realizando.
Pero tenía sus motivos, justificados, meditados y totalmente respetables. Enseguida la entendí, me puse en su piel y comprendí lo complicado que era para ella verbalizar todo lo que sentía.
Y es que, como ya sabes, el camino en el que nos adentramos durante las oposiciones está lleno de obstáculos, circunstancias inesperadas, sorpresas
y alguna que otra piedra que hace que el camino recto que pretendíamos llevar se vuelva a veces tan lleno de curvas que es muy difícil y sacrificado aguantar mucho tiempo. Seguro que lo sabes porque te habrá ocurrido en más de una ocasión: habrás sorteado sin ningún tipo de problemas alguna piedrecita y otra veces te habrás encontrado con una roca que no sabes como bordear.
Esta amiga de la que os hablo tiene hijos, trabaja media jornada y al final del día le queda poco tiempo para sentarse delante del temario para abordar la complejidad del estudio que requieren la mayoría de las oposiciones. Me hablaba de que cada vez existe más competencia entre los opositores, mayor preparación académica y por tanto, mayor dificultad en las pruebas. Que no encuentra la motivación ni las ganas para seguir estudiando cada día y que, después de tres años opositando quiere cambiar y optar por otro camino. Consciente de todo esto y de su situación real, le daba miedo enfrentarse de golpe a un fracaso que sabe cercano, y teme que esto le repercuta en una perdida de confianza que le afecte a todo el trabajo que ya lleva a sus espaldas.
Os confieso que mi mayor miedo cuando me contó todo fue pensar que abandonaba , que se rendía, por decirlo de alguna forma. Y no porque no fuese una decisión totalmente lícita y la más acertada en muchos casos, sino porque sabía que ella tenía suficientes capacidades para aprobar, tarde o temprano, su oposición. Pero no todo es siempre tan sencillo.
Es muy difícil ponerse en la piel del otro en este tipo de situaciones y lo más fácil es insistir que no lo haga, que continúe estudiando, sin llegar a comprender el fondo de todo, la verdadera motivación y el impulso que le hace tomar esa decisión.
Por eso sé que muchas veces os sentís incomprendidos y os da miedo hablar sobre lo que sentís, sobre cómo vivís la oposición día a día y sobre todo si dudáis realmente de vuestra decisión.
Mi consejo es que si en algún momento os planteáis abandonar la oposición de una forma seria y decidida no debéis tomarlo como un fracaso, al contrario, seguro que es una decisión meditada, coherente y real. Creo que lo más importante en estos casos es hacer un ejercicio de coherencia con vosotros mismos y aceptar la situación en la que os encontráis en cada momento de vuestra vida.
Esto no significa tirar la toalla, ni significa haber fracasado en nuestro objetivo. La realidad es que os estáis rearmando, cogiendo impulso, haciéndoos fuertes para volver a la carrera siendo mejor, conociéndoos más, sabiendo a lo que os enfrentáis, cuales son vuestros límites y queriendo ganar la batalla. Esta, la de la oposición, o cualquier otra que os plantéis en vuestra vida, en cualquiera de sus ámbitos.
Al final seréis un ejemplo de superación y constancia, de resurgir de las cenizas y de perseverancia y acabareis consiguiendo lo que os propongáis, estoy convencida.
¡Recuerda! No se trata de fracasar, se trata de rectificar y de coger el camino en el que realmente encuentres la felicidad, sea donde sea.
¡Hasta la próxima!
M.
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