¡Hola opositoras!
Como en alguna ocasión os he contado en mi cuenta de Instagram, en septiembre de 2018 comencé a opositar para acceder por promoción interna a un cuerpo A2, (Cuerpo Especial de Instituciones Penitenciarias).
Llevaba tiempo pensando en estudiar estas oposiciones (en realidad casi desde que me nombraron funcionaria de carrera) pero por una cosa o por otra nunca llegaba a tomar la decisión final. Y como ocurre con muchas otras cosas, fue en septiembre, con todos los buenos propósitos habituales de esas fechas, cuando decidí que
había llegado el momento de volver a notar dolor en mis codos
Lo primero que sentí: que mis circunstancias respecto a la primera oposición que aprobé en 2010 habían cambiado y mucho:
- Era más mayor
- Llevaba ocho años sin estudiar después de haber aprobado
- Trabajaba de lunes a viernes
- No vivía con mis padres y estaba casada
No tengo hijos pequeños, así que al menos no estaba todo tan perdido y podía plantearme el dedicar horas y horas de mí tiempo libre a estudiar de nuevo unas oposiciones.
Las plazas a cubrir estaban a punto de convocarse y todo apuntaba a que sería a principios de febrero o marzo de 2019 cuando se realizaría el primer examen.
¡Y llegó! El momento agobio, ¡llegó!
1 de octubre, cuando llevaba sólo un mes estudiando de manera constante y matriculada en una academia que me daba clases de la parte general durante 4 horas a la semana. Mi ritmo de estudio no era el que según mis expectativas debía llevar para llegar al examen lo suficientemente preparada como pasar al segundo ejercicio.
¡Horror! ¿Qué hago?
OPCION A: Tranquila, deberías haberte planificado mejor y haber empezado a estudiar muchos meses antes. Ya no te da tiempo, para la próxima será.
Solución: sin prisa pero sin pausa.
OPCIÓN B: Tengo que llegar preparada, me faltan horas del día y estudiar recién llegada a casa después de trabajar no me es suficiente.
Solución: 24 horas tiene el día, adminístralas como puedas.
¿Qué es entonces el turno fantasma?
El turno fantasma no es más que poner nombre al esfuerzo y sacrificio voluntario que te autoimpones para llevar a cabo un objetivo.
En mi caso, la manera de materializar la solución que había escogido en la OPCION B, fue adelantar el despertador dos horas para poder dedicarlas a estudiar antes de ir al trabajo. Así que, con mucha fuerza de voluntad y confiando en que todo tendría recompensa, comencé a levantarme todos los días las 5 de la mañana para sacar dos horas más al día de estudio.
Al principio fue duro, incluso pensé que no aguantaría más de una semana haciendo eso. Pero estoy convencida que cuando crees en el algo y buscas alcanzar una meta, el concepto de sacrificio cambia y te empuja a seguir.
En contra de lo previsto, aguanté hasta el día el primer examen, pensando que si lo pasaba el esfuerzo de los madrugones y del “turno fantasma” habrían merecido la pena.
¡Pasé el primero! A esas alturas ya me había acostumbrado de tal forma que en cuanto sonaba el despertador estaba en pie y más activa que nunca. ¡Tenía que ir a por el segundo!
Ahora estoy a la espera de que publiquen las notas de mi proceso selectivo y he vuelto a la vida normal hasta que conozca el resultado pero, sea cual sea, estoy orgullosa del esfuerzo que he sido capaz de hacer.
Mi “turno fantasma” se podría haber llamado de mil formas: “turno oscuro”, “turno panadero” “turno pre-mañana”, pero el significado es el mismo:
ESFUERZO y CONSTANCIA.
Y eso, opositoras, no es más que poner nombres a cualquier pequeño sacrificio que hacéis a diario para aprobar vuestra oposición: madrugar, dejar de ver a vuestros amigos, a vuestros hijos, dedicar el tiempo libre después de trabajar a leer el BOE, invertir dinero en academias, temarios, plataformas de test, sobrellevar los miedos, las incertidumbres y los malos días.
Todo esto para que algún día, cuando consigáis vuestra plaza de funcionaria, os podáis sentir orgullosas de que lo habéis conseguido todo con vuestro esfuerzo y vuestra capacidad.
¡Hasta la próxima!
M.
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